viernes, 29 de febrero de 2008

El Periodismo en la desigualdad

En Argentina como en el mundo, la desigualdad social, aunque no debería ser aceptable, se ha convertido en una realidad vivida a diario por millones de personas de Norte a Sur y de Este a Oeste del globo terráqueo. Es algo natural la desigualdad social entre continentes, países, entre etnias, culturas, religiones, clases y sexo. Mientras que algunos son más aceptados, otros rechazados, algunos son favorecidos y tenidos en cuenta por su poder y otros marginados, ignorados y explotados en condiciones de vida diferentes y en algunos casos extremadamente desiguales.
Ya en el colonialismo se registró un fuerte racismo hacia los indígenas en América, quienes eran dueños de su tierra y su vida y se convirtieron en herramientas de investigación y trabajo de los conquistadores hispanos, quienes a demás de considerar a estas personas criaturas inferiores le impusieron un idioma y una religión para “civilizarlos”, mientras que trajeron a América enfermedades que llegaron a matar a los nativos. También las migraciones internas del campo a la ciudad, a menudo crearon extensos cinturones de miseria, y aunque se mantuvo la desigualdad en el modo de vida entre la ciudad y el campo, en la ciudad se acentuaban las diferencias en la forma de vida de los recién llegados, desesperados por un puesto de trabajo y aquellos que tenían una posición social más privilegiada. Mientras que los terratenientes y capitalistas vivían en las grandes casonas en los mejores barrios de Buenos Aires, otros apenas podían acceder a una pequeña habitación en un conventillo o posteriormente a una villa miseria a orillas de la ciudad.
Aproximándonos en el tiempo, podemos descubrir que en la Argentina la desigualdad social fue algo que persiguió y caminó de la mano con nuestra historia, convirtiéndose en una realidad que lamentablemente también el periodismo debe llevar sobre sus espaldas.
En los distintos gobiernos de facto, el Periodismo, errando el concepto de libertad e igualdad social en derechos e ignorando las terribles consecuencias que esto traería, aplaudió, promovió e incitó, desde los distintos medios de comunicación, la instauración del militarismo al frente del poder. Así también se ponderó la posibilidad que el $1- 1 dólar ,en el gobierno de Menem , permitiera comprar artículos importados de mejor calidad que los que se ofrecían en el país a un mismo o menor precio y se permitió que Saúl Menem pusiera mediante leyes el poder en sus manos de privatizar las empresas estatales que quisiera cuando y al precio que se le ocurriera, olvidando y pasando por alto la cantidad de industrias argentinas que quebrarían, la cantidad de empleados que se convertirían en desocupados, la cantidad de técnicos electricistas que no tendrían artefacto para arreglar porque convenía comprarse uno nuevo, las escuelas técnicas que ya no lo serían por falta de fundamento y el número de desocupados que las empresas estatales traerían tras su privatización y la desaparición, de miles y miles de puestos de trabajo.
Esto generó una desigualdad social terrible en la Argentina, lo tenías todo o no tenías nada de nada, podías comer asado seis veces a la semana o no tener un bocado que poner en la boca. La desaparición de la clase media, el aumento de la indigencia, el hambre y la desnutrición fueron hechos realmente alarmantes de una sociedad que lo tenía todo frente a su vista , que vivía esta situación a diario y que parecía ignorar por conveniencia. En este tiempo las desigualdades en cuanto a capital, ingresos, sanidad y educación son cada vez mayores. Se diferencia una clase social que tiene un acceso distinto a privilegios, ventajas y oportunidades. Así es que encontramos directores de grandes empresas con salarios muy elevados, mientras que los jubilados reciben pensiones escasas que apenas les alcanza para una paupérrima alimentación y obtención de medicamentos carísimos que deben costear porque ni siquiera cuentan con una buena obra social. Los hijos de los grupos con mayor poder adquisitivo van a escuelas distintas, obtienen calificaciones escolares superiores, disponen de diferentes oportunidades de trabajo o gozan de mejores condiciones de vivienda.
El periodismo percibe estas realidades y sus grandes errores en la historia fue no haberse puesto en la piel de esta gente, no haber liberado las mochilas inmensas que arrastraban a su paso, no haber alzado la voz en su defensa, no haberlos acompañado y apoyado para que salieran de la miseria mientras que otros se sentaban en las bancas nacionales a tomar decisiones que tarde o temprano llenaría su cuenta en el exterior.
El periodismo debe analizarse y auto-criticarse para cambiar, ese es el objetivo. Vale decir que el periodismo es el cuarto poder sólo si hace uso de él a favor de la justicia , equidad e igualdad social.

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